Al encuentro de sus gatitos miércoles, 15 de febrero de 2006
AL ENCUENTRO CON SUS HIJITOS Algunas personas podrán decir que es preferible no contar historias tristes, pero yo he tomado la decisión de hacerlo pues es mi sentimiento, pero fundamentalmente es un homenaje a nuestros hermanos menores que Dios pone en el camino y si sirve para motivar a algunos a amar a las mascotas pues es un adicional que me alegraría también. Conocí a una gatita blanca con cabeza y colita de colores que vivía junto a las canchas de tennis del Centro de Esparcimiento del Jockey Club del Perú. Ella siempre se acercaba a pedir comida con esa timidez característica de los gatitos, pero con la misma esperanza de encontrar un alma buena que la engría. Así pasaron las semanas y la gatita quedó preñada pariendo dos bellos gatitos que con el correr del tiempo también jugaban en la zona. Recuerdo un cuadro que permanecerá en mi memoria cuando los tres comieron juntos; la mamá al centro flanqueada por sus pequeños. El tiempo pasó y una tarde ví a los gatitos jugando como siempre y me fuí contento de verlos bien, pero al día siguiente un vigilante me comunicó la mala noticia: Ambos estaban muertos producto de un atropello de algún miserable que más pensó en acelerar por una zona que no lo ameritaba y así ambos gatitos pasaron a la otra vida. No ví a su mamá sino hasta varias horas después. Ella fue al lugar de lo ocurrido y no encontró a sus crías. Es difícil interpretar el vacío de no ver a sus hijos, pero imagino como los extrañaba. Ellos fueron enterrados en el jardín de mi casa donde yacen mis otras queridas mascotas. Esos seres que Dios puso en mi camino y a los cuales cuidé con amor en retribución a esa compañía tan dulce que disfrutaba cada momento. La mamá gata quedó preñada nuevamente y así pasaron los días. A ella le gustaba estar en la zona donde bajan caballos de una caballeriza que son traídos en remolques. Acudía con relativa frecuencia a la zona (colindante al vivero) donde está mi "tropa gatuna" y donde muchas veces fue para comer y beber. Su ausencia de dos días me preocupó hasta que hoy la ví en la misma zona, pero ya inerte producto de algún veneno o complicación interna no lo sé. Lo que sí sé es que ya descansa al lado de sus pequeños en mi jardín. Echaré de menos su mirada tierna y temerosa, esa agilidad para camuflarse entre los matorrales y su respuesta a mi llamado. Ella está ahora con sus hijitos y lo estará también por siempre en mi corazón. Hasta siempre querida gatita. * Renzo Ramos Fernández -Dávila renzoram@gmail.com
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