La señorita Imprudencia,
caminaba feliz, bajo la lluvia,
aquella mañana de domingo,
frotándose las manos
y pensando para sus adentros:
¡ Qué suerte la mía!.
todo ha salido a pedir de boca,
después de haber desplumado al primo
de turno...
En ese momento pasaba por la calle,
un elegante y recompuesto caballero
don “Narciso”,
que no desperdiciaba ocasión
para mirarse en todos los escaparates, detenerse
y pasar un peine por sus engominados cabellos y tupe …
Pensando…
¡Qué joven y maravillosamente atractivo soy!
Cualquier mujer se rendiría a mis plantas, pero …
¿cómo iba a perdonarle que sólo esté pendiente
de adorarse a si mismo?
Pensando tendré que vivir solo el resto de mis días.
y resignándose a tal suerte, porque pese a ello,.
Se veía tan guapo! que era feliz…
Tan ensimismados iban, él contemplando
su elegante look,
y ella, contando el producto de su estafa
que, en una esquina-tropezaron,
él la pisó en un pie
y la señorita Imprudencia
observando al engomado caballero
-pensó para sus adentros-
¡Ummm, qué hombre!
Y, al momento. discurrió desmayarse,
a sus pies, así él la ayudaría a levantarse,
se interesaría por su salud, etc.,etc. Etc.
y… ¿quién sabe?.Igual la invitaba
a desayunar o comer,lo cual vendría bien,
a su menguada economía.
Pero ¡qué chasco!
Éste ni caso le hizo.
Sabía que no debía agacharse,
ni hacer esfuerzos, o se le descoserían
los costuras del ceñido terno
y se le descompondría el look,
igual le saltaba un broche del corsé,
o se le soltaba un liguero.
¡Ni hablar!
E ignorándola
se marchó tan feliz…
sin preocuparse de ella.
Imprudencia tenía sucias
las ropas ,
por tirarse al asfalto mojado por la lluvia
y fastidiada se levantó echa un asco y una furia…
pensando ¡Qué tipo más grosero!
Indiscutiblemente…
la señorita Imprudencia
era mala fisonomista,
había elegido mal a su víctima.
Mas, no se desanimó,
sabía que los fracasos ayudan
a perfeccionar la técnica y a elegir mejor
la pieza a cobrar…