El sol no llegó, como cada día
la música no se escuchó
y el piano permaneció mudo.
Ahora soplaba el viento
un viento airado, hosco y displicente
que deshojaba las rosas del jardín,
sin piedad,
las aves, se habían ido
sus nidos estaban vacíos
llovía , nevaba o helaba diariamente.
Y yo sentía inmenso frío.
Todo había cambiado.
En la casa, ya no se escuchan voces
ni ruido de pasos
bajo el hueco de las puertas.
Nadie se aposentaba,
todo cuanto me rodeaba estaba en silencio
como muerto, ausente, o perdido en el tiempo.
Sentí mucho, mucho miedo
entonces, la niebla del bosque, piadosa
me llamó, abriendo sus brazos hacía mí
y me asilé entre ellos.
Un día cerré aquella preciosa casa
asentada sobre los acantilados del Pacífico
y partí.
Unos hombres desconocidos que decían
ser mis tutores y albaceas, me llevaron
muy lejos
a un país muy lejano…
El carruaje que me transportaba
finalmente se detuvo,
ante una alta verja, envuelta entre la noche
que se abrió y me cedió paso.
Tuve una alcoba desnuda
once años de silencio
soledad
vacío.
Mas llegó el día
en que la poderosa esencia que rige el Universo
volvió sus ojos y se apiadó de mí!
Medió entre “nos” un pacto
un acuerdo…
sellado por cinco estrellas doradas,
se me abrieron todas las puertas,
y pude salir al exterior.
volví a caminar por el bosque, la playa
a sentarme sobre los acantilados,
Vino a mi encuentro la vida,
y el mar me dijo ¡ Hola, cuánto tiempo!
Su brisa cálida jugueteó con mis cabellos
como antaño lo hacía,
sentí de nuevo la maravilla del sol.
Había un huerto con frutos en su sazón
y un precioso jardín con flores.
aves en vuelo, cielos turquesa.
Me había reencontrado
con la única familia que me restaba
y sonreí feliz.
¡ AH, LA NATURA!
ya nunca volveré a sentirme sola.